Ciclos

Junio, cierre de curso, cierre de ciclo con gratitud y ganas de descanso, de saborear el curso, con todas sus experiencias.
Para este cierre compartimos algunas palabras que pretenden, aunque sea en parte, ya que no alcanzan, la profundidad y belleza de lo vivido en el Grupo Terapéutico de y para Mujeres.
Este grupo ha sido más que un espacio terapéutico; ha sido un círculo sagrado de escucha, de presencia, de sostén y de verdad compartida. Como en los grandes relatos, hemos tejido una trama colectiva donde cada una trajo su voz, su herida, su belleza y su coraje.
En estos meses, entre palabras y silencios, fuimos dejando caer capas viejas, despertando memorias dormidas y aprendiendo a mirarnos con los ojos del corazón. Hemos llorado juntas, reído, sostenido, dudado, celebrado. Y como en toda buena historia, llega ahora el momento de la pausa, del epílogo que no cierra, sino que siembra.
Es tiempo de descanso. Tiempo de recogida. De contemplar los frutos que, sin hacer ruido, han ido madurando en el alma: una palabra dicha a tiempo, una herida acariciada, un gesto de ternura recibido, una frontera que se volvió porosa. Cada una sabe cuál es su cosecha, su secreto florecer.
Gracias por la confianza, por el valor de mostrarse, por los abrazos (reales o simbólicos), por hacer de este grupo un refugio y un espejo. Ha sido un honor y una dicha caminar a vuestro lado.
Nos despedimos hasta octubre, lo sembrado sigue latiendo. Arantxa y Alejandra.
Con profunda gratitud os compartimos el texto de Marta, una de las participantes de este Grupo Terapéutico de y para Mujeres.
Las experiencias que nos hacen humanas.
Creemos vagar por esta vida danto palos de ciego, inicialmente sintiéndonos esperanzados para posteriormente darnos cuenta de que aquellos a quienes admiramos, en quienes creemos líderes de la vida, están en el fondo tan perdidos como nosotros. Pisan tan fuerte y con tanta energía, que nos habíamos creído su mentira.
Pensamos que alcanzaremos esa felicidad que tanto nos han vendido toda nuestra vida si encajamos, si cumplimos con los ticks correctos para marcar en las diferentes casillas. Pero, ¿Qué pasa si no llegamos?¿Si no queremos?¿O si hemos llegado y no sentimos nada al hacerlo? El temido vacío.
Cuán importante es poder abrirnos a nuestros miedos que creemos únicos, incomprendidos y especiales, para darnos cuenta que se repiten en todas las generaciones pasadas y venideras: La soledad, el dolor, la muerte, las relaciones sociales, el sentirse parte de algo, o de alguien. Todos estos miedos están presentes a lo largo de la infancia, la adolescencia, la vida adulta y también la temida vejez. Son vivencias, pensamientos y miedos universales que nadie comparte porque nos hacen ver imperfectos y vulnerables. Pero la vida, también es eso. Qué aburrido y monótono sería todo si no existiera el miedo, que nos mueve al cambio; la soledad, que nos hace comprendernos y aceptarnos tal y como somos cuando nadie puede vernos ni escucharnos; e incluso la muerte, que nos da un golpe de realidad para poder apreciar aquello que nos rodean. Hay que querer bien y ahora, e intentar no dejarnos lo importante en el tintero para mañana, porque los abrazos y las palabras cobran relevancia cuando sabemos que no son infinitas.
La experiencia en este grupo ha sido un viaje a través de la vida mediante las vivencias y puntos de vista de varias generaciones. Todo ello, para finalmente darnos cuenta que no existe una única respuesta buena ni sólo camino correcto, que estamos justo a tiempo en nuestra propia vida. Los miedos evolucionan optando por diversas formas y pretextos, pero la base es siempre la misma. Somos únicos, pero a la vez tremendamente parecidos, y eso es lo que nos hace tan especiales.
Compartir nuestros miedos nos une mucho más que nuestros logros, porque ello nos hace reales, de carne y hueso. Estas son las experiencias que nos hacen humanas.
Marta



